Ante la pandemia, son muchos los cambios que se avecinan específicamente en el sector de los restaurantes y de tantas y tantas propuestas y cambios, este es sin lugar a dudas, ha sido el que más me llamó la atención y aquí les comparto mi humilde opinión.
Parece una excentricidad que raya casi en la locura pero es cierto.
La extraña idea fue pensada por el chef Patrick O´Connell, propietario de The Inn at Little Washington, un pintoresco y muy particular restaurante ubicado en la ciudad de Washington, DC. Y no es cualquier sitio, es el único en la capital de los Estados Unidos, que se precia de contar con la distinción de tener tres estrellas en la Guía Michelin
Veamos de qué va todo esto... Lo primero que les recomiendo es ver este video y quizás, cuando vean a la vaca Sara, reconsideren todo y piensen que los maniquís forman parte del mobiliario.
¿Listo, ya lo vieron? Bueno, en su defensa, el chef Patrick comenta: "...esto permitirá mucho espacio entre los clientes reales, provocará algunas sonrisas y ofrecerá algunos cuadros fotográficos divertidos”, y un poco raros también. Pero pensemos, el chef, no está tan loco porque Michelin le otorgó tres estrellas. Además, tanto él como el restaurante, tienen la fama de ser "reverentemente irreverente”. Aunque, con el simple hecho de detenerse en frente de su fachada, comienza una especie de viaje en el tiempo. Eso sí, con mucho estilo y una cocina como pocas en el mundo entero. La cual mezcla a la perfección, la enorme cantidad de productos de primera que se encuentran por la zona y la genialidad de O´Connell.
Centrémonos ahora en los maniquíes jajajaja. Son de tamaño natural y hacen remembranza con su vestuario, al ambiente de la posguerra en la década de los 40´s. Visten con collares de perlas, vestidos de cuadros y trajes rayados. ¡Muy glamorosos por cierto!
Y es que, el atuendo de los maniquíes, debe ir acorde con la opulencia del restaurante, donde un menú de degustación puede costar unos USD 230 por cliente sin vino. Pero, entiendo la nueva normalidad, entiendo las ganas de "llamar la atención", entiendo la oda a la irreverencia pero, lo que no entiendo es que en cierta forma, sitios como los restaurantes y cafés, están diseñados en su concepto, en su génesis para compartir y moverse con elegancia. Siento que no es igual el silencio producido por el vacío, que el silencio que puede emitir un maniquí. En Londres, algunos dueños de locales de este tipo, han optado por colocar osos de peluche casi gigantes con el propósito de mantener el distanciamiento social y obviamente, en un segundo plano, llamar la atención de los clientes y curiosos.
Sólo me queda una duda: si al comensal de la mesa 6 se le cae la servilleta, ¿se la recogerá del piso un mesonero o quizás se la alcance el maniquí que está sentado a su izquierda en la mesa 7...? ¿Ustedes qué opinan?
¿Se sentirían cómodos rodeados de maniquíes?
José Isabel | Cocinero
Julio 2020
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